miércoles, 13 de marzo de 2013


Esperar, esperar, esperar. Los días pasan, llega el otoño; las hojas se caen y las flores comienzan a marchitarse al igual que tus esperanzas. Uno lo intenta, piensa que con solo creer basta, que donde habita un deseo habita un milagro. Uno sueña, se deja llevar por las fantasías e imagina un mundo donde todos los días se parezcan a un cuento de hadas que parece no tener fin. Uno pide, ruega una nueva oportunidad pensando que todo resultará diferente. Uno espera, espera con paciencia algo que parecía que iba a llegar pero no aparece… ¿Esperar? ¿Por qué la vida nos hace esperar tanto por cosas que, quizás, no merecen ni un poco de nuestra atención? ¿Por qué perdemos el tiempo con asuntos sin importancia? La espera se hace eterna y los sentimientos se desgastan, uno mismo se perjudica al mismo tiempo que ve a otras personas avanzar hacia mejores cosas y se pregunta porque no puede ir por ese mismo camino. Uno se arrepiento, llora, maldice haber cometido los errores del pasado y jura no volverlos a cometer en el futuro. Pero, claro ¿Quién hablo acaso de un presente? 

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