viernes, 19 de agosto de 2011


Hablo mucho, me suelo manejar bien con las palabras; al menos eso dicen. Digo cosas, a veces son ciertas, otras no tanto. Me suelo equivocar y estoy acostumbrada a cometer el mismo error más de una vez; un error que, al parecer, tiene nombre y apellido. A veces las palabras se escapan de mis labios como si en mi interior algo explotara. Suelo callarme algunas cosas pero, con el tiempo, siempre terminan saliendo a la luz de alguna manera.
No soy una persona que se arrepiente de lo que dice; el arrepentimiento no nos lleva hacia ninguna parte. Lo hecho, hecho esta. Si lo dije, si lo hice, si lo insinué… Fue porque necesitaba hacerlo. No me importa lo que piensen los demás, puedo tener la personalidad de un ladrillo si me lo propongo y con quién yo quiera. Me asusta ser ignorada, a todos nos da miedo el rechazo, pero… ¿Por eso tengo que dejar de ser yo misma? ¿Por eso tengo que dejar de hablar? ¿De expresarme? ¿De sentir? Si es así, prefiero ser completamente ignorada a ser alguien que no soy.

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